Este icono bizantino es una copia actualizada de una antigua y muy popular imagen oriental de Nuestra Señora denominada “Nuestra Señora de la Ternura”.
María es el personaje femenino más conocido de la historia y, aunque ha sido venerada y honrada desde los inicios del cristianismo dentro de la Iglesia, la devoción a ella se acrecentó y difundió sobre todo a partir del año 431 d.C, fecha en que se celebró el concilio de Éfeso. En este concilio se fijó el dogma de la maternidad divina de María, atribuyéndole para siempre a la Virgen el título de verdadera “madre de Dios”. La declaración de este dogma elevó la dignidad de María y la convirtió en la figura más representada en los iconos bizantinos desde el siglo V hasta el siglo XVII.
Los iconos bizantinos, no son un simple objeto decorativo, sino que son un instrumento para la contemplación de Dios y su mensaje de salvación. Los iconos ayudan a quien los contempla a ahondar en el conocimiento del Misterio y por eso cada elemento pictórico representado en ellos tiene un profundo significado teológico. Toda la iconografía bizantina está diseñada en función de los dogmas y las verdades proclamadas por Cristo y su Iglesia.
En este sentido, la característica pictórica más relevante de los iconos bizantinos es el tratamiento de la luz. Dios es todo luz y por ello, en los iconos no existen las sombras. El contraste entre las zonas más luminosas y las más oscuras se obtiene superponiendo encima de cada color distintas capas cada vez más claras. Además, en los iconos la luz nunca proviene de un foco externo, sino que brota de la propia figura representada, puesto que en la vida de los que habitan en Él (los santos), no hay oscuridad ni lugares ocultos.
En este icono, además, destacan muchos elementos pictóricos relacionados con el dogma de la maternidad divina de María: la Virgen se representa junto a su hijo, el niño Jesús, y acompañada de la inscripción “MR QU” (abreviación del griego “Mhthr Qeou”) que significa “madre de Dios”. Estos dos elementos son una invitación a contemplar el misterio de la Encarnación y nos recuerdan que el Invisible, Aquel que no tiene cantidad, ni tamaño, ni límites, ha querido hacerse visible y se ha revestido de rasgos humanos para que nosotros lo podamos encontrar. Con su “fiat” María aceptó la misión de concebir en su seno al Salvador, haciendo posible la presencia de Cristo en el mundo. Es también muy significativa la posición en la que se encuentran Jesús y María. Ambos tienen los rostros unidos, signo de su cercanía y reflejo del estrecho vínculo materno-filial. Además, el niño Jesús abraza por el cuello a su madre mientras que con la otra mano acaricia su rostro delicadamente. Es por este motivo por el que la Virgen representada en este tipo de iconos se denomina Virgen Eleusa, que significa “Virgen de la Ternura” o “de las Caricias”.
La imagen de Nuestra Señora de la Ternura fue especialmente representada y difundida por los iconógrafos a partir del siglo IX d.C con el fin de mostrar a los creyentes que María no es solo madre de Dios sino que también lo es de todos los cristianos.