Ángel custodio

«Yo mandaré un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado.» (Éxodo 23,20)

El Ángel de la guarda, es el ángel que Dios ha dado a cada uno de los hombres para ayudarnos a llegar a la salvación eterna. La misión de estos ángeles custodios es, pues, protegernos de los peligros del alma y del cuerpo, ayudarnos a cumplir la voluntad del Señor y conducirnos, a lo largo del camino de la vida, al encuentro con Él, para que al final de nuestros días podamos contemplar para siempre Su rostro en el Reino de los Cielos. El Ángel de la guarda está con nosotros mientras trabajamos, mientras descansamos, cuando nos divertimos, cuando rezamos, cuando le pedimos ayuda y cuando no se la pedimos.

En la historia de la Iglesia, la devoción al Ángel de la guarda surgió en España alrededor del siglo V y al principio su fiesta se celebraba junto a la del Arcángel San Miguel. El Papa Paulo V universalizó esta devoción y en 1670 el Papa Clemente X instauró la festividad de los ángeles custodios el día 2 de octubre.

El Ángel de la guarda, se ha representado desde sus orígenes como un ser con apariencia humana pero con dos grandes alas en la espalda, signo de su inmaterialidad y su prontitud en hacer la voluntad de Dios. En este icono, siguiendo la costumbre pictórica de la tradición bizantina, el Ángel custodio (al igual que el resto de santos cristianos) aparece representado sobre un fondo dorado que simboliza su cercanía con la divinidad. Dios es la luz misma y aquellos que viven en Él, portan y comparten con los demás esa Luz plena que brilla por encima de toda oscuridad.

El hecho de que en la tradición bizantina se conciba a Dios como luz del mundo y fuente de toda vida, es el motivo por el que no existe la sombra en el arte bizantino. Así pues, el contraste entre las zonas más luminosas del icono y las más oscuras se obtiene superponiendo encima de cada color, distintas capas cada vez más claras. De este modo, la luz nunca proviene de un foco externo, sino que brota de la propia figura representada, ya que, en la vida de los que habitan en Dios, no hay oscuridad ni lugares ocultos.

Otra característica significativa de los iconos bizantinos es que no están pensados con un mero fin decorativo, sino que están concebidos para la contemplación. Por ello, aunque el rostro de los personajes representados suele estar ligeramente inclinado, los ojos siempre miran en frente, puesto que la frontalidad indica presencia y revela un contacto directo entre el personaje de la imagen y el espectador. Este es el motivo por el cual, a pesar del hieratismo aparente de sus figuras, los iconos parecen penetrar el fondo del alma e interrogar permanentemente a quien se aproxima a ellos. Además, este ángel guardián (como el resto de figuras representadas en el arte bizantino) aparece siempre con la boca cerrada para simbolizar que su pensamiento está puesto en el Altísimo, y al mismo tiempo para recordar a quien lo mira, que la postura más verdadera delante de Dios es el silencio.