Mi fascinación por los iconos bizantinos nació en un pequeño taller hace ya más de diez años. Del maestro que me enseñó a mirarlos y pintarlos aprendí, sobre todo, que se puede hacer hablar a una simple tabla de madera.
Los iconos hunden sus raíces en un pasado muy antiguo, pero aunque nacieron para comunicar la fe que encontraron los cristianos de los primeros siglos, siguen siendo portadores de un mensaje sorprendentemente vivo y relevante en la actualidad.
Del encuentro con el arte y la tradición bizantina nació en mi el deseo de mostrar a otros la belleza de los iconos y ayudar al hombre de hoy a mirar y encontrar el rostro revelado de Dios.
La misión de Splendor Sacris es colaborar con la preservación, creación y divulgación de los iconos bizantinos, custodiando fielmente esta tradición artística milenaria para que otros puedan adentrarse en la riqueza espiritual que estos objetos encarnan.
del griego eikon
“imagen”, “semejante al objeto que representa”.
Los iconos pretenden ser una descripción en imágenes de una realidad trascendente y misteriosa.
Sino que son una ventana que conduce, a través de la vista, a un mundo más profundo y significativo.
En el icono se aúnan la fe y la belleza artística, por lo que son un instrumento perfecto para la contemplación.
Adquirir un icono es invitar la presencia de Dios en la propia vida y el propio hogar.
Los iconos se han transmitido de generación en generación dentro del pueblo cristiano como un tesoro espiritual y cultural.
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Los iconos bizantinos son pinturas de origen muy antiguo escritas siguiendo las técnicas tradicionales. Los monjes iconógrafos, guiados por la fe y la devoción, crearon estas obras con una dedicación inquebrantable y una técnica meticulosa que aún hoy sigue cautivando a mucha gente.
Con el fin de respetar este procedimiento artesanal, los iconos de Splendor Sacris están pintados al temple y elaborados íntegramente a mano a partir de materiales naturales de alta calidad.
La técnica artística bizantina destaca por su peculiar capacidad de capturar la luz, que es la esencia de Dios. Por eso, en los iconos no hay nunca sombras, sino que el volumen y la profundidad en las imágenes se obtienen superponiendo sobre el color del fondo sucesivas capas de pintura cada vez más claras.
Esta peculiar técnica de iluminación y el uso del pan de oro, son lo que da a los iconos la solemnidad y el esplendor que tanto los caracteriza.